20.4.07

Zeebo: Una consola tentativa.


Una firma emergente llamada Zeebo Inc. planea lanzar una consola de videojuegos futurista en Brasil el mes próximo por 199 dólares y más tarde este año en otros países por 179. Fue desarrollada utilizando la tecnología de teléfonos celulares de Qualcomm Inc., la empresa de San Diego conocida por sus microcircuitos de teléfonos móviles. 

La unidad de Zeebo es liviana y un poquito más grande que la Wii de Nintendo. Pero en vez de manejar videojuegos en discos, Zeebo utilizará juegos cargados de manera digital, distribuidos por medio de redes de teléfonos celulares a los que los jugadores ni siquiera tienen que suscribirse. 

La consola no tiene el propósito de competir directamente con los más recientes mecanismos poderosos como PlayStation 3 de Sony Corp., Xbox 360 de Microsoft o Wii. 

En cambio, dijo el director general de Zeebo, John Rizzo, está destinada a los consumidores en los mercados emergentes como Brasil, India, China y naciones de Europa oriental que por lo general no pueden costear las consolas más avanzadas o los juegos que utilizan. En muchas de esas naciones el servicio de teléfono celular está más disponible y es más barato que la banda ancha alámbrica. 

Zeebo, presentada el lunes en la Conferencia de Creadores de Juegos en San Francisco, se conecta con cualquier televisor y usa una fracción de electricidad de la que necesitan las consolas más avanzadas. Sus baterías pueden ser recargadas con lo que luce como un cargador común de teléfonos celulares. 

La capacidad tecnológica de Zeebo está a mitad de camino entre la PlayStation original, lanzada en 1994, y su continuación del 2000, la PlayStation 2. 

Para los aficionados estadounidenses no es motivo de particular entusiasmo, pero Rizzo dijo que la gran mayoría del mercado al que está destinada no ha disfrutado de un videojuego moderno ultrarrealista. En Brasil, por ejemplo, un sistema de hace dos décadas, el Mega Drive (llamado Sega Genesis en Estados Unidos) todavía se vende bien, observó Reinaldo Normand, vicepresidente de desarrollo de negocios y licencias de Zeebo. 

Texto por Eliel González.

15.4.07

Audition (resubido).


Una realidad hecha pesadilla.

Quizá ningún otro realizador actual sea más prolífico que el japonés Takashi Miike (Osaka, 1960), que en menos de tres lustros ya lleva realizados cerca de sesenta films, para el cine, el video y la televisión. Completamente ignorado en Occidente hasta hace apenas tres años, cuando lo dio a conocer el Festival de Rotterdam, el cine de Miike ha venido desbordando desde entonces todo el circuito de festivales internacionales, entre ellos el de Cine Independiente de Buenos Aires, que exhibió un puñado de sus últimos films, a cual más desconcertante y diferente del otro, con variantes que van desde el cine de yakuzas hasta una comedia musical excéntrica. Pero su carta de presentación internacional, el título con el que se asocia inseparablemente su nombre, ha sido sobre todo uno: Audition, que ahora llega a un devaluado estreno porteño en una única sala, en formato DVD.

No es, por cierto, la mejor de las condiciones para acercarse por primera vez al ecléctico universo de Miike, pero aun así vale la pena atravesar la experiencia de Audition, un film inquietante y perturbador como pocos, que revela a un cineasta sin prejuicios, capaz de manejarse simultáneamente con códigos de distintos géneros y de hacer, como en este caso, una película romántica que es a la vez un meticuloso descenso a los infiernos, un film de terror que llega a ser, hacia el final, de visión casi intolerable.

Es preferible no adelantar demasiado la trama de Audition para no arruinar el valor de su metódica, precisa construcción, pero se puede contar que el protagonista Aoyama (Ryo Ishibashi, un actor popular en el cine y la TV japonesa) es viudo y vive sumido en el recuerdo de su esposa muerta, un letargo del que le parece imposible despertar. Su hijo adolescente le sugiere que vuelva a rehacer su vida, pero Aoyama no sabe cómo. Al fin y al cabo, él no es de esos que ponen un aviso en los diarios. Hasta que un productor amigo, que trabaja con él en la televisión, le propone una idea. ¿Por qué no convocar a una “audición”, esa prueba con la que la gente de cine lleva a cabo el proceso de selección de actores y actrices? La película puede llegar a hacerse o no, pero en todo caso es una excusa para que Aoyoma –que pretende una mujer “bella, culta y obediente”– encuentre pareja. El proyecto le produce cierto escozor, pero no tiene tiempo de elaborar sus reparos morales, porque caerá seducido por Asami (Eihi Shiina), una chica de 24 años, de aspecto muy sensible y que se presenta a la prueba con un aire tan sumiso como desvalido.

La parsimonia con que Miike va desarrollando esta relación, la respiración serena y pausada del film, van haciendo crecer no sólo la pasión de Aoyama por la chica. Junto a ella, progresa también la incomodidad del espectador, que no recibe mucha más información que el protagonista (no se sabe nada de Asami y los pocos datos que dio a sus entrevistadores no son ciertos) pero que va advirtiendo la inversión de los roles de poder entre ambos. Si una “audición” suele ser una situación humillante para una actriz, un estado de indefensión en el que puede llegar a sufrir las preguntas más indiscretas y personales de sus productores, Asami altera esa relación de opuestos al ir colocando al productor Aoyama en una posición de completa dependencia con respecto a su figura esquiva, inasible, vestida siempre de blanco, como si fuera una aparición, un fantasma.

Miike maneja con mano maestra este movimiento pendular y, de manera imperceptible, va atravesando el portal en donde el realismo deja su lugar al fantástico. Un mundo oscuro, onírico, violento, vicioso se va apoderando de la banalidad cotidiana de Aoyama. La cámara –que siempre parece estar en el lugar exacto, como si no hubiera otro– también se desequilibra y se torna difícil distinguir entre la subjetividad del protagonista y su realidad exterior. ¿Podrá ser Asami la materialización tanto de sus deseos como de sus miedos y sus culpas? ¿Estará hecha de la materia de los sueños? Esas preguntas parecen quedar sin respuesta, potenciando la ambigüedad de un film que –sin alardear de ello, como al pasar– pone en cuestión tanto el machismo de la sociedad japonesa como la idea romántica del amor absoluto.

por Monteagudo.

Audition / Oodishon
dir.: Takashi Miike
2000